Ésta y otras fotos han despertado un montón de recuerdos del día en que nos reunimos a jugar al Eyetoy en casa de María y Galleta. Es curioso que el sofá en que nos sentamos Maiki y yo esté hoy a mi vera. Llegó con su dueña a la que entonces envidiaba por su vida adulta y en pareja.
Al llegar a casa después de aquella tarde, llamé a Andrés con vientos destemplados (¿qué querrá decir exactamente esta expresión?) para contarle que estábamos perdiendo el tiempo y que seguía en busca de la Chrysler Voyager y una relación al uso.
Y es que nunca se sabe.
Esta entrada es un brindis por nuestra nueva vida en común. Porque seguimos creyendo en La princesa prometida y porque pensamos pasárnoslo pipa hasta que la encontremos.