martes, 24 de marzo de 2009

La India a través de los ojos de Arancha

Corso Expresso ha vuelto. No suelo descolgarme por aquí, pero la dueña pecosa de ojos verdes me ha dado permiso para que todos veáis la India a través de los ojos de Arancha. Si las ha hecho ella debería plantearse que con un poco de maña quizás podría ser una buena fotógrafa. Eso o quedará pegada para siempre al síndrome del culo inquieto: ayer fue la India, hoy Málaga, mañana... ¿pescar arenques en un fiordo noruego? Me llamaron la atención tres imágenes que me dejaron con la mandíbula ligeramente descolgada porque vi en ellas la sensibilidad que a veces se intuye en las personas pero no se ve hasta que a veces es demasiado tarde. O no. Y con las vueltas y arranques que tiene esta chica, que aparenta siempre una cosa y luego es otra... ¿Acaso alguien creyó que ELLA se liaría la manta a la cabeza y marcharía camino del subcontinente? Yo no. Y me equivoqué. A través de sus fotos he visto un país, no son las típicas que harían otros. Sólo por eso, vale para mí que haya viajado, y para ella sospecho que será mucho más. 

Veo un río oculto entre nenúfares, con una barca solitaria que demuestra que la naturaleza lo puede todo, lo invade todo y que aquel país está más cerca de la verdadera vida biológica humana que cualquier ciudad de este lado del mundo. Es un paraíso verde sin tocar, donde las plantas incluso le han ganado la guerra al agua, y casi entre ellos podría estar Siddharta a punto de alcanzar la plenitud. 
Veo el sol esconderse detrás de redes de pesca, sugerido y no manifiesto, con la humanidad agarrotada sobre peñascos para sacar de las aguas el sustento de familias enteras; veo un atardecer hermoso donde huele a vainilla, pimienta y a vegetación, donde las salsas de la cocina hindi se mezclan con el salitre del mar y el vaivén de cuna del agua. 
Veo también dos mujeres pobres y viejas como el mundo, como si llevaran mirándome desde que empezó la Historia, tan arrugadas como la corteza de las almas de todos los que viven en India, luchando cada día; parecen cansadas, pero miran todavía con la naturalidad que todos los demás hemos perdido, hundidos siempre en un pozo de apariencia que nos convierte justo en lo contrario de lo que queremos ser: diferentes. En cada línea, en cada surco de sus rostros debe vivir la India, y en cada uno de ellos cabría todo lo bueno y lo malo que nos ha pasado a cualquiera de nosotros.
 
PD: tengo las fotos, y se las enseñé a todos en el periódico. De hecho, y perdón, usamos una de ellas para un reportaje sobre viajes a Asia. En fin, que le debo los derechos a la susodicha. Igual me acepta una cena.

1 comentario:

Menudina dijo...

Menudo retorno. Gracias Luisote. Te mereces un desayuno en toda regla. El sábado nos lo tomamos fuera. Si eres tierno y todo, además de irónico. Serán los años, que te hacen también a tí ganar sensibilidad.
Tengo ganas de verte. Será un placer tenerte aquí este finde. Veremos las fotos de 1ª mano, narradas por su autora que llega el viernes.
El domingo estuvimos 15 min al teléfono. Estaba ya algo agotada con algún recuerdo menos bello que el de las fotos. La experiencia, eso sí, irrepetible.