Ayer debía de estar torcida cuando dije que la Torre Eiffel había perdido su romanticismo. Hoy la he podido ver a la luz del día mientras paseaba. Imponente, como el Louvre y el resto de edificios a una y otra orilla del Sena. Empezó a llover, anocheció y la ciudad me pareció aún más romántica. Como colofón, una cena en La Tour d'Argent un restaurante mítico con un gran ventanal desde el que veía iluminada Notre-Dame. Cuando me enamore vuelvo, o vuelvo a enamorarme.
Os dejo un link para que veais el comienzo de Arianne, de Billy Wilder. Creo que ya os conté. Habla de amor y habla de París. Merece la pena.
4 comentarios:
ya decia yo...ese "barniz"no te hacia justicia...y del blog anterior: todos tenemos nuestra pequeña conciencia capitalista culpable..supongo que en el fondo esta bien porque nos damos cuenta de ello.
besines!
Aún me acuerdo de tu primer viaje a Paris...;-)))
habías vuelto?
Besos!!
No. Tanto Londres, tanto Londres. De ahora en adelante, viva la france :-)
Yo también me acuerdo de aquel primer viaje y del regreso...
Madre mía, ¡qué viejos somos!
Yo me acuerdo hasta del regalo...
;-))
besos!!
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